Hola! soy nuevo aquí en soup, ¡pero no!, he sido aliado desde hace mucho tiempo. Me llamo Manuel Jacinto, y de hecho todos me conocen como Manolo Jacinto,   ¡no cambia mucho, pero sí! Eso del “naming” se los contaré en otro capítulo. 

Hoy vamos a hablar de esa sensación que nos hace sudar, nos paraliza, nos pone la piel chinita, etc: el famoso (solo en tu mente) y gran acompañante: el miedo.

Para estas líneas pretendo no sacar ninguna fuente más que mi cerebro y mi corazón. Así que, agárrense que ahí les voy.

Seamos neta, ¿Cuándo fue la última vez que sentiste miedo?, estoy seguro que tu respuesta lleva poco tiempo de haber sucedido. La mía es: hoy, hace unos minutos, cuando estaba haciendo el ordenamiento de las metas del día. 

Si le diéramos forma a este miedo se parecería mucho a nosotros, y sí, la mayoría de los pensamientos que nos atemorizan vienen de nuestro interior. Sin embargo, por qué si es tan familiar esta emoción, ¿nos espanta tanto? Pues no se me ocurre otra cosa más que pensarlo simple: el miedo es una sustancia pura en nosotros; un bonche de química con estímulos eléctricos corriendo por nuestra sangre y generando todo eso que ya conoces llamado vida.

Ahora me pregunto: ¿Cuándo fue la primera vez que sentí miedo?, de rápido diría que cuando nací, pero creo que desde antes ya lo sentía. Quiero pensar que siendo célula tuve miedo, porque el miedo impulsa; el miedo a morir, el miedo a no lograrlo, el miedo a fracasar, el miedo a existir, estoy seguro que mientras corría como loco para llegar a ese óvulo de mi madre, sentí todo eso y más, justo así, sin tanta razón y por puro impulso de sentir ¿Será que el miedo es nuestro amigo?

Imagina tus últimos logros: aquel ligue, el ascenso, tu sabrosa cena, la rutina de ejercicio, la buena calificación, el nuevo truco adquirido. Imagina la meta y ve hacia atrás, piénsalo: estoy seguro que en algún momento sudaste tantito y que en algún momento apareció una voz oscura en tu mente que decía: la vaaaaas a cagarrr!! Y mírate aquí: la reventaste. Pues sí, ese cabrón miedo que nos bloquea, igual nos reclama, nos invita, nos reta, nos hace avanzar. Sin él, la vida sería un caldo de pollo chafita, de esos insípidos.

Pero no todo es triunfar, el miedo también es tu aliado para fracasar. Cuando no lo logras, cuando cometes errores, cuando ni siquiera lo intentas, allí también está, cerquita a ti, con sus garras en círculos haciendo torbellinos , donde en medio estás tú y quizás te lleve años salir. ÑAAAAAAAAAAKAAAA ÑAAAAAAAA!!!! JAAAAAAJAJAJAJAJAJAJA!!!! (voz de villano). 

Espera, espera, recuerda que esto sólo es tu mente. Detente. Respira, ¿realmente crees que no lo puedes lograr?, ¿Y si tu mente cambiara la historia?, ¿Y si existiera una ligera oportunidad?, ¡Bien!, agárrate de allí. Esta pequeña chispa de luz en tu mente es lo que llamamos valor, ve hacia ella y tómala, camina con ella a tu ritmo, a tu tiempo, solo encuentra esa luz y avanza con ella.

Últimamente he leído a muchos teóricos que plantean un rival más fuerte que el miedo, una emoción que supera el concepto del tiempo y el espacio y que es uno de los elementos más abundantes en el planeta.

Esta chulada que les cuento es el “amor”¡Awwww! Espera…. ¡no!, sin romantizar, el amor es un tema serio también, así cómo es serio fracasar, es igual de serio reconocer que podemos contrarrestar la oscuridad con esta herramienta. 

Te dejo la tarea de reflexionar sobre el amor (sin romantizar): ¿Realmente te amas?, ¿Eres capaz de entregarte al amor por lo que quieres lograr?, ¿Estás listo para defender tus fracasos con amor?, ¿Estás listo para amar a otrxs y trascender?… Piénsalo. Pero mientras tanto, date una palmadita en la espalda porque llegaste hasta aquí, con valor o con miedo, estamos aquí: vivos.

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